Conversarte

El lenguaje y el tiempo son dos buenos amigos. Porque te ponen en el lugar que elegiste estar, a favor o aún contra lo que tú piensas que es donde quieres estar. En un caso o en el otro, lo elegiste con tus palabras y con acciones en cada uno de tus momentos. Tal vez no te des cuenta por cierta liviandad que te acompaña. Puedes apoyarte en creencias supremas o atribuirlo a otras creencias superiores, de signo opuesto. Cuando te encuentras cara a cara con tu consciencia y le preguntas qué estás haciendo ahí, te contesta que estás haciendo lo que decidiste hacer.

Es una confesión sincera y así la comprendes. Ella no miente ni puede ser engañada. Has sido inconsciente?. No puedo saberlo yo. Sólo puedo decirte que nadie más que tú ha tenido que ver con tu última sucesión de decisiones. Tus formas de lenguajear y el tiempo que llevas haciéndolo te pusieron allí, donde ahora celebras o te arrepientes estar estando.

En estos tiempos “de distracción a perpetuidad”, como dice Ciro en una de sus canciones, mucha gente se queja que no lo escuchan. Tú también. Tus hijos, tus padres, tu jefe, tus compañeros del equipo del sábado a la tarde… eres miembro de la mayor comunidad del mundo: la de los incomprendidos. Pero si tantos son siendo incomprendidos, entiendo que tantos otros son siendo los incomprendedores. Intuyo que hay dobles agentes, porque de otra manera no me dan los números… Si, a tí te hablo…

a tí te hablo

Cada uno dice lo que dice y cada otro escucha lo que escucha.

El próximo paso es interpretar eso escuchado, filtrarlo y que vaya quedando lo que elijes que quede. Poco. En la maraña de inputs (ingresos de información), mucho de lo que escuchaste se mezcla y se pierde. La des-atención se prolonga en des-consideración, des-censo en tu agenda de prioridades, des-trato y des-aparición de tu vida. Lo que no está registrado no te moviliza.

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