Hay días en que quieres que el reloj gire más rápido y otros en que no sabes cómo frenarlo, para estirar la vigencia de las horas que estás viviendo. Tus estados de ánimo pretenden torcer una rutina inexorable. La sucesión de momentos no distingue razones para ello. Tú, sí.
Somos lo que hacemos. Esa es la clave para entender que todo lo que sucede en tu vida es fruto de una obra personal, por acción u omisión. Así te construyes. Tus emociones acompañan ese proceso, desde un instante antes de cada acto. Por ejemplo, el miedo ante una circunstancia te empuja a una elección entre enfrentarla o escapar. Por lo mismo, la tristeza te apoca y la alegría recarga tus músculos. Son respuestas fisiológicas adaptativas ante la circunstancia. También has visto en otros artículos de este blog que esas emociones no son universales. Responden a percepciones, creencias, moldes de interpretación instalados por algunas vivencias anteriores, patrones familiares, culturales o genéticos. No todos nos subimos a una silla cuando aparece una rata en el salón ni salimos como trompitos cuando escuchamos un rock en el pub.
Por eso, los momentos te parecen más largos o más cortos según cómo los vivas, qué entiendes de lo que pasa en ellos. Como percibas las circunstancias del contexto se dispararán tus respuestas automáticas, emotivas. Como sucede con cualquier bicho del reino animal. Solo que a diferencia de los animales, de los otros animales, ser humano te permite optar, elegir “qué hacer” ante una circunstancia. Hay más recursos a tu disposición, incluyendo, fundamentalmente, la capacidad desarrollada para comprender situaciones y crear alternativas para superarlas positivamente.
La experiencia acumulada de una especie animal es transmitida entre generaciones sucesivas, por vías genéticas, para preservar su supervivencia. Es su única intención. Se verifica en actos precisos, programados, singulares. Por ejemplo, que una madre ballena conduzca a su cría mar adentro, que un pájaro hornero recoja ramitas y barro para hacer su nido o que un topo no confunda una inocua soga tirada en el piso con una serpiente. O cambiar de zonas de residencia según alteraciones climáticas, por la presencia de nuevos y peligrosos vecinos o para ir en busca de reservas alimentarias más extensas. Hasta se han desarrollado nuevas formas físicas para adaptarse al medio.
Más allá de las similitudes básicas, los comportamientos humanos han agregado otros recursos a su especie. Desde los rudimentarios a los más sofisticados y exquisitos. El valor de todos los descubrimientos e invenciones exitosas ha sido aplicar el ingenio para mejorar en algún sentido la vida en este planeta. Y explicarlos como nuevos derechos para facilitar la convivencia y grados superiores de bienestar.
Darse cuenta
Un Maestro Zen fue convocado por una persona anciana a la celebración del cumpleaños de su nieto para que dejara alguna de sus reflexiones. El Maestro fue muy preciso y breve: muere el abuelo, muere el padre, muere el nieto. Ante el estupor de los presentes, el anciano lo increpó por su mal gusto y desubicación ante el momento festivo. La respuesta que recibió fue: “no entiendo tu sorpresa. Eso sucederá, sin dudas. Es para celebrarlo. O acaso lo harías si no fuera en ese orden?”.
Lo que sostiene tu rutina es el nivel de conciencia que tienes sobre tus circunstancias. La consecuencia es decidir qué hacer frente a eso: repetir respuestas o cambiarlas. Cuando suena tu celular en una reunión qué haces?. Si le dices a tu interlocutor -disculpe, tengo que tomar la llamada-, en realidad estás mintiendo. No tienes que tomarla, sino que estás eligiendo hacerlo. Es mucho más sencillo echarle la culpa al impertinente teléfono que asumir la responsabilidad por la interrupción. Tú no tienes nada que ver?. Si prefieres atender el teléfono es porque te interesa más averiguar qué desea quien te está llamando que mantener el flujo de la charla con quien estás reunido. Los hechos externos son solo información, datos, y no estímulos.
La conciencia es un estado pasajero, una posibilidad dinámica. Se nutre de tus valores, tus virtudes y tus actos significantes, que los hacen evidentes. Son éstos los que te hacen progresar. El estado consciente es tu actitud ante la circunstancia. En el caso del teléfono, qué es lo que te está importando?. Según lo que creas, crearás tu acción. Puedes pensar en el objeto de la reunión, el respeto por el tiempo de tu interlocutor (o por el acuerdo en reunirse, aceptando reservar ese tiempo de ambos), lo que le afecte a él tu actitud, una excusa para escaparse o para señalar indirectamente que ya no quieres seguir con ese encuentro, etc.
Cada una de esas interpretaciones pertenece a un modelo de creencias. En cada caso, hay una emoción asociada y una acción refleja. Atender o no, esa es la cuestión.
Just do it.
Si sueltas una pelota que tienes entre tus manos, por qué cae?. Me gustaría saber tu respuesta. Tal vez, sea la misma que, estadísticamente, recibo en mayor proporción al preguntarlo en numerosos talleres y encuentros de capacitación. Por la ley de Gravedad, obvio. En otras palabras, la pelota que estaba en tus manos es arrancada de allí por esa maldita ley, sin que tú puedas hacer algo al respecto para evitarlo. La fuerza de la Naturaleza lo hizo todo.
Y si no la sueltas?. Por qué esa ley no te arroja al piso con la pelota?. Serás castigado por los dioses al cruzarte en el destino de sus leyes?.
Siempre que las razones de lo que te pase estén fuera de tus posibilidades, estarás siendo una víctima de tus circunstancias. Nada has hecho ni harás para evitarlo. No puedes, en verdad. Ni lo intentas. Está fuera de tu programa. Las horas se hacen largas, los días iguales, la suerte una envidia y la vida un tango… una herida absurda (perdón, Polaco Goyeneche).
La conciencia es una posibilidad dinámica que se alimenta de preguntas. Las que no pueden hacerse los otros animales. O si, pero les lleva años y vidas responderlas. Qué puedes hacer para que la pelota no caiga?. Qué sucede cuando suena tu celular en una reunión?. Qué pasa si le pides a tu jefe el puesto vacante?. Cómo será tu día si visitas a dos clientes más?. Cómo comprarán tu servicio si no lo conocen?. Deseas resolver el malentendido con tu amiga?. Todas estas preguntas admiten un NO, claro. Es un resultado probable. Pero es mucho más que no hacerse la pregunta.
Eres el resultado de tu estado de conciencia sobre las cosas que te han pasado y pasan. Puedes darte cuenta o no. Lo que cambia es qué haces con lo que te pasa: ignorarlo o pararte frente a frente. Sufrirlo o manejarlo. Cuando eliges esta última opción, sientes que estás vivo, estas aquí y ahora, presente con tus recursos. Las horas duran sesenta minutos y la suerte es una consecuencia que viene a tu fiesta, donde suenan ritmos variados… pop, rock, chacareras y allegros. Ningún tango (bueno, me gustan, pero no sólo…).
Ellos saben. Tú sabes.
“Nosotros hemos tenido la oportunidad de conocer al hombre quizá mejor que ninguna otra generación. ¿Qué es, en realidad, el hombre?. Es el ser que siempre decide lo que es. Es el ser que ha inventado las cámaras de gas, pero, asimismo, es el ser que ha entrado en ellas con paso firme musitando una oración… Los que estuvimos en campos de concentración recordamos a los hombres que iban de barracón en barracón, consolando a los demás, dándoles el último trozo de pan que les quedaba. Puede que fueran pocos en número, pero ofrecían pruebas suficientes de que al hombre se le puede arrebatar todo salvo una cosa: la última de las libertades humanas —la elección de la actitud personal ante un conjunto de circunstancias— para decidir su propio camino”. Víktor Frankl («El hombre en busca de su sentido», 1946).
Víktor Frankl
Creo que hay poco para agregar. Quiero usar ese poco.
Elijo una expresión norteamericana, que comparto filosóficamente. “Let go, let God”. Algo así como déjalo en manos de Dios. Tu Dios, o tu dios, te ha dado el poder de pensarte, comprenderte, cuestionarte, apropiarte de tus decisiones, darle sentido a tus actos y a tus días. Sus manos son las tuyas.
Sólo házlo. Existe. No hay culpas ni equivocaciones. Hay responsabilidad por lo que eliges y aprendizaje contínuo de sus consecuencias. Si te amas, si deseas lo mejor para tí, no le temes a nada ni a nadie. Tú sabes. Es tu vida, carajo. Vive al día, en paz contigo. En tus manos.
Oscar Virga Digiuni
Coach Profesional
Director ISFE