Más de una vez te has preguntado por qué estas con la batería baja. No la del celular sino la tuya propia. La de tu cuerpo. Y es probable que hayas buscado “enchufarte” siguiendo viejas recetas, tan probadas como de poco impacto. Una salida con amigos, un viaje corto, comprarte algo, ir al cine… en fin, sacudones del sopor hasta que retome su gobierno sobre tus cosas.
¿Por qué te sucede eso?. Cuando compartes tus sensaciones con alguien puedes escuchar respuestas de todo tipo: ¿por qué no te haces un chequeo médico?, ¿estás durmiendo bien?, “la situación económica nos tiene a todos así…”, “uno hace taaaantas cosas…”, “la gente está mal y eso contagia…”. Y así, tantas más.
De hecho, estas líneas están inspiradas en el proceso que vivieron unos amigos a los que desde hace un par de años estuve escuchando quejosos de cómo iban diversas cosas en la empresa que comparten. Hasta ayer. Hablando con uno de ellos, me dijo que habían decidido «ponerla en venta». ¿El motivo?. Se les hace “pesado” sostener el proyecto común. Sienten que no tienen las mismas ganas de antes para enfrentar los problemas del día a día (en la empresa). Ni para lamentarse. “Tenemos la batería baja todo el tiempo”, me dijo.
Son personas relativamente jóvenes y saludables. Inteligentes y responsables. Con vidas ordenadas y sencillas. ¿Por qué los “cansó” la actividad cotidiana?. En el ADN de un comerciante o emprendedor está la incertidumbre como energizante natural. Es el combustible para sus motores de fuerza y avance. Aceptan el desafío permanente del contexto porque ese es el entrenamiento para todos sus músculos. Cuando el mar está muy calmo hay que desconfiar…
Todo lo que haces tiene un paraqué.
Siempre hay razones que explican nuestras conductas y hay objetivos que las ponen en marcha. Los porqués y los paraqués. De dónde venimos y hacia dónde vamos. Yo digo que la articulación entre ambos estados es la conciencia. Un cambio de mirada sobre el contexto, un nuevo lugar de observación y darse cuenta de las posibilidades que estimula una perspectiva distinta.
Cuando me refiero a una articulación es para imaginar un cambio de tendencia en la acción, una reorientación hacia el norte, pero siempre dentro de un proceso evolutivo. ¿Crees que alguien cambia para estar peor, estando en su genérico sano juicio?.
A veces, la conciencia toma formas de destellos suaves, percepciones vagas y difusas. Otras, sientes “algo” pero no lo puedes identificar ni asociar puntualmente. Incluso, hasta puedes confundir las señales. En cualquier caso, hay complejos orígenes neuroquímicos de tu organismo que luego se reflejan en ciertas zonas de tu cuerpo. Como la ignorancia es osada, puedo ensayar algunas interpretaciones para ayudarte a reconocer emergentes de tu conciencia.
Un dolor físico repentino es una intensa expresión de un desbalance en tu homeostasis (equilibrio orgánico). Pero también puede disparar otras consecuencias, silenciosas, que recorren otros circuitos en paralelo mientras esperan que tú te decides a atenderlo. En ese devenir sin acción, tu sistema vital se asemeja a un pinball. Cuando la resolución de necesidades y percepciones no es inmediata, ya por la propia autorregulación conductual o por la evaluación de los costos asociados, se encienden diversas luces y sonidos (señales), al tiempo que los rebotadores juegan con la “bola” (situación que hay que resolver).
En 1994, Michael Graziano y Charlie Gross, ambos científicos de la Universidad de Princeton, exploraron la respuesta neurológica de unos monos ante una caricia o la intención de tal. Esto es, tocando sus cabezas o acercando las manos hasta una distancia de unos centímetros, repitiendo los movimientos pero sin llegar al contacto. Y descubrieron la misma actividad celular en aquellos cerebros. “El aura”, podrías pensar. Pero encontraron algo más: las células reactivas están en la corteza premotora, la zona que diseña la predisposición a la acción. Hay respuestas cuando la ve venir… Inteligencia corporal en estado puro, según diría Guy Claxton.
La hora del bostezo
Durante la conversación que originó este artículo, mis amigos empresarios me contaron que cada uno está dedicando «tiempos crecientes de su día a día a otros proyectos personales». Eso requiere de mayor disposición de energía y deriva en el agotamiento al final de la jornada. Además de las consecuencias en sus relaciones y salud. La persistencia de ese modus vivendi ubicó en la silla de interpelación a la pobre empresa común. De allí, la decisión de ponerla en venta.
Vuelvo unos renglones más arriba. ¿Por qué los “cansó” la actividad cotidiana?. Simplemente, porque el foco de sus energías ya no está dirigido hacia allí. Lo que ellos estaban percibiendo como una extendida circunstancia de turbulencias internas y externas, es solo un bostezo gigante.
¿Qué es el aburrimiento si no una clara controversia entre estar aquí y querer estar allá?. Lo que ellos atribuyen a la recargada complejidad que les presentaba la gestión de su empresa es, desde otra mirada, que han bajado la energía entregada a su administración para enfocarse en otros destinos. Más entusiasmantes, provocadores, desafiantes, movilizadores… La empresa no les demanda más atención sino que la atienden con menos energía. Parece una cosa y es otra.
¿Cuándo comenzó este proceso decadente?. Cuando pusieron la primera mirada en los nuevos proyectos personales. ¿Por qué sucedió?. Porque recibieron alguna información, aún de forma indirecta, como les pasó a los monos de Princeton, y se disparó una acción original en ese sentido. ¿Para qué recibieron esa información?. Solo para corregir rumbos en su misión social. La experiencia de vida pide avenidas más anchas para expresarse.
El proyecto actual es la venta de la empresa. Eso está acompañado de un nuevo impulso emocional. Los escuché tranquilos, dedicados a este “nuevo” proyecto común. Sin reclamarse ni arrepentirse. Tal vez, porque la etapa de revisión sobre sus propios pasos haya concluido cuando la conciencia sobre la venta se instaló como opción excluyente. Las emociones asociadas a lo que “ya no es” se fueron con la decisión sobre “lo que es”. Una continuidad práctica, inteligente y conciente. Una circunstancia constructiva, equilibrada y positiva, para ellos y sus entornos.
Vivir en zapatillas
Quienes siguen estos artículos posiblemente recuerden la Teoría de las Aflicciones, una síntesis presuntuosa de algunas enseñanzas hindúes. Allí se enuncia que alrededor del 80 % de las cosas que te preocupan ya han pasado, un 10 % aún no ha ocurrido, otro 5 % escapa a cualquier control de tu parte y el 5 % restante sí puede ser influida por tus decisiones. Y remata: ¿de qué te estás ocupando, además de preocuparte?.
Desde ese lugar, instalado en ese observador, tu vida no tiene altibajos. Nada es excitante ni dramático. Recorres tu vida en zapatillas. Suelo decir que la buena vida es aburridísima y esto lo respalda. Si cada cosa que te sucede es una señal de algo que ya está pasando en tu sistema “corporal-vital” y que forma parte de un recorrido que estás desandando, puedes descargarte de varios kilos y remedios.
Quizás hay que reentrenar los hábitos de atención al contexto. Saber que allí hay mucha información. TODA la información necesaria. Que hay oportunidades en cada momento y que hay millones de momentos. Todos tuyos. Comprender que si estás más presente y curioso contigo es probable que tengas más agilidad para darte respuestas. Que hay mucho por hacer en tus minutos para distraerte con los de otros. O para otros. Algunos pensadores, como Marshall Goldsmith, lo han llamado feedforward; algo así como “alimentar hacia adelante”. Los coaches vivimos haciendo eso.
Imagino estar en un café entre unos señores ya entrados en años. Uno de ellos, un tal Walt Whitman, dispara “mira tan lejos como puedas, hay espacio ilimitado allá; cuenta tantas horas como puedas, hay tiempo ilimitado antes y después”. Otro señor, un tal Herman Hesse, agrega “querido Walt, cuando alguien de verdad necesita algo, lo encuentra; no es la casualidad quien lo procura, sino él mismo. Su propio deseo y su propia necesidad le conducen a ello”. Y el tercer señor, que dice llamarse Jorge Luis Borges, remata, sonriente: “señores, quizá haya enemigos de mis opiniones, pero yo mismo, si espero un rato, puedo ser también enemigo de mis opiniones…”. Nada termina mal, hay un camino continuo y tiene muchas curvas, todas necesarias.
Pago mi café y los dejo en sus idas y vueltas. Todo bien.
Dónde estás poniendo tu energía?. Estás siendo conciente de las señales que te presenta tu cuerpo?. Con quién lo hablas?.
Oscar Virga Digiuni
Coach Profesional
Director ISFE