Días atrás leía a Fernando, uno más de esta novedosa fauna de amigos de red social (o contactos, para ser preciso con este tiempo), lamentándose por no ser “profeta en su tierra”. Exitoso en lo suyo, reconocido en distintos lugares del mundo, no importa aquí el rubro, no lograba serlo en su propia ciudad. Le pregunté por qué estaba allí, en esa ciudad “ingrata”, y me dijo que había elegido volver porque quería estar con su madre, ya muy anciana y enferma.
Cuántas veces ha pasado esto con otras tantas personas?. Te ha pasado?. Tal vez, sin llegar a ser un exitoso profesional, has sentido que te reciben mejor en tierras ajenas. Sin planearlo, ha sido mi caso. Sin planearlo?.
El mundo no es lo que es, sino lo que ves. Compruébalo, preguntando alrededor tuyo cómo está la tarde o la noche?. Las respuestas estarán alineadas con los estados sensuales de cada uno de tus interlocutores. Así, la misma tarde o noche será triste, linda o fresca para ellos.
Tus sentidos ingresan información a tu cerebro, que la descodifica, clasifica y valora según el menú que dispone. Luego, manda las instrucciones para actuar en consecuencia. En ese menú, al que algunos llaman inconsciente, hay ingredientes como la cultura, el contexto, la época, el entorno actual, tus expectativas, tus necesidades sin atender, tus… todos pidiendo ser considerados para construir la respuesta al estímulo recibido. Y son considerados.
También hay, fuera del menú, lo que algunos llaman consciencia. Tiene un cierto peso frente a todo lo anterior, justamente por estar fuera de aquella infoteca.
La consciencia son momentos.
Yo suelo llamarla como “una ventanita” que se abre para dejar entrar luz de colores a una rutina gris, monótona. No encuentro sentido a discurrir aquí sobre otras definiciones. Precisamente, me importa más compartir mi significado que algunas duras (y relativas) certezas. Es lo que yo veo. Lo que “es”, o lo que podríamos concluir que “es” la consciencia, no es más que compartir la visión sobre eso. Será el fruto de experiencias distintas enfocadas hacia un mismo destino.
Gracias a todo eso, algunas personas sienten que en pampas lejanas se liberan de algunas condiciones del entorno y explota su capacidad creadora. Que nadie te conozca parece ser un motivador para desplegar talentos retenidos, enmarañados. No digo que hasta allí no aparecieran, sino que no lo hicieron en tal intensidad o magnitud. Cuál es la motivación?. Es un desafío a la supervivencia, una bravata del espíritu o del ego, un ímpetu extra ante la hostilidad del contexto?. Lo que sea que sea, empiezas a construir tu nuevo mundo, integrándote al mundo que ya existía allí. Ese es tu lugar en el mundo, el que ocupas ejercitando tu consciencia a todo motor. No la puedes controlar. Tu intuición es el combustible.
Somos lo que hacemos más que dónde lo hacemos.
Más que tu lugar en el mundo, es tu hogar. Es un estado de consciencia que incluye lo que llevas puesto y su paraqué. Es donde echas tu cuerpo al servicio de otros o donde lo recibes de otros. Allí tienes tu sentido y todos tus sentidos. Tu mundo es tu hogar y ese es tu lugar. Va contigo donde vayas. Allí producirás lo que él te pida. Y estará bien, siempre.
Fernando está junto a su madre, ya muy anciana y enferma. Eligió eso y se reconoce en esa misión. Le gustaría que las cosas fueran de otro modo, que no necesitara viajar para ser valorado. Yo sé que él sabe que todo lo necesario es posible. Su cuerpo se reclama, se queja, pero sólo a una parte de su vida. Tal vez, a una de las más pequeñas.
Hay quien ve lugares donde hay mundos. También sucede al revés. Creo que siempre y en todos lados, hay solo hogares.
Yo sacudí mis plumas hace unos años, porque estaban muy pesadas, y volé. Sigo volando. En mi gran, enorme, hogar. En mí.
Oscar Virga Digiuni