Ser Eficiente

Cuando una empresa contrata a una persona suele formalizarse un contrato legal en el que constan las funciones que ésta va a desempeñar y los honorarios que va a percibir por ello. Pero hay otro contrato, que no se firma y del que, normalmente, poco o nada se habla, y es clave en el rendimiento profesional del nuevo empleado. Es el contrato psicológico: un listado de acuerdos tácitos y expectativas que sostiene su motivación para la eficiencia y eficacia en esa organización. Allí hay información recibida, percepciones de la cultura ambiental, desafíos, anhelos y más. Ambas partes lo sellan con sus intenciones.

Ante la pérdida de algo que valoramos como importante, experimentamos un proceso de duelo con varias fases, que van de la sorpresa a la serenidad, pasando por estaciones intermedias: negación, ira, tristeza, miedo, aceptación/ resignación. Dependiendo de la estimación sobre esa pérdida, la templanza de la persona que la sufre y de los apoyos que reciba, ese duelo dura más o menos tiempo y se observa una variada escala de secuelas.

Le sucede a muchas personas que, cuando sienten que se ha dañado o roto su contrato psicológico, se quedan estancadas en la fase de ira. Luego, si no hay canales de descarga rápida, puede que eso se convierta en resentimiento y esa situación comienza a dejar huellas en varios niveles. Por ejemplo en el nivel cognitivo, afectando a la capacidad de atención, la memoria o la toma de decisiones. También, en el afectivo, con influencia en las relaciones o en el estado fisiológico.

Permanecer y transcurrir en una función no siempre es garantía de probidad y eficacia. Puede serlo para la repetición de estándares, pero los seres humanos somos más que la búsqueda de “eso”. La rutina tiene sus propias características, más allá de los tiempos y las formas con que se la enmascare. El sentido de estar en una función, comprender el paraqué y vivirlo a diario, es la única manera de evitar que aquella tome posesión y tiña de gris la escena. De otro modo, la eficiencia per se no es eficaz en el tiempo. Si todo cambia y se mueve, lo que está siempre igual se va quedando…

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Tu mundo en tu lugar

Días atrás leía a Fernando, uno más de esta novedosa fauna de amigos de red social (o contactos, para ser preciso con este tiempo), lamentándose por no ser “profeta en su tierra”. Exitoso en lo suyo, reconocido en distintos lugares del mundo, no importa aquí el rubro, no lograba serlo en su propia ciudad. Le pregunté por qué estaba allí, en esa ciudad “ingrata”, y me dijo que había elegido volver porque quería estar con su madre, ya muy anciana y enferma.

a la sombra de la indiferenia

Cuántas veces ha pasado esto con otras tantas personas?. Te ha pasado?. Tal vez, sin llegar a ser un exitoso profesional, has sentido que te reciben mejor en tierras ajenas. Sin planearlo, ha sido mi caso. Sin planearlo?.

El mundo no es lo que es, sino lo que ves. Compruébalo, preguntando alrededor tuyo cómo está la tarde o la noche?. Las respuestas estarán alineadas con los estados sensuales de cada uno de tus interlocutores. Así, la misma tarde o noche será triste, linda o fresca para ellos.

Tus sentidos ingresan información a tu cerebro, que la descodifica, clasifica y valora según el menú que dispone. Luego, manda las instrucciones para actuar en consecuencia. En ese menú, al que algunos llaman inconsciente, hay ingredientes como la cultura, el contexto, la época, el entorno actual, tus expectativas, tus necesidades sin atender, tus… todos pidiendo ser considerados para construir la respuesta al estímulo recibido. Y son considerados.

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