Tumbas de la gloria

Por estos días converso mucho con adolescentes que se acercan al momento de la decisión sobre qué hacer con sus horas después de terminar el nivel educativo secundario. Y me encuentro con algunas caritas entusiasmadas, contándome lo que imaginan para sus nuevos estudios o trabajos. Hay nuevos desafíos, aire fresco, excitación por la experiencia de probarse en nuevos espacios.

También hay otros casos, menos luminosos. Los chicos que han venido “estando” en clases, “pasando” días y años por la escuela, y solo esperan llegar con el impulso al diploma que certifique su secundario completo. Como los llamó Howard Gardner, uno de los primeros estudiosos de las inteligencias múltiples, son los transaccionales: hacen lo mínimo y sólo estudian por el título; después, en su trabajo cumplen lo justo por el sueldo, siempre limitando su interés y dedicación. Son mediocres en todos lados.

Qué pasa si en algún momento esta actitud toma a los del primer grupo?. Si la visión vocacional se reduce a pensar en términos de trabajar en lo que se están preparando?. Tener una aptitud técnica y que eso explique el resto de la vida. O no encontrar explicaciones.

Recuerdas tu caso?. Cómo lo viviste?. Y tus hijos, ahora?.

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El rey del metro cuadrado

Unos días atrás, les propuse a alumnos adolescentes de los distintos grupos con los que trabajo que buscaran en los diarios noticias buenas, noticias malas y noticias neutras. No tuvieron otra consigna. Me senté a esperar los resultados. Cómo piensas que fue el ranking de las elegidas?… Prometo la respuesta para más adelante.

Cuál crees que fue el criterio que tuvieron para seleccionarlas?. Probablemente, hayan seguido algún patrón mental de sus hogares, o sea de sus padres, abuelos y otros mayores. Sin necesidad de estar en sus casas conviviendo con esa cotidianidad, tal vez respiran aires quejosos, reclamantes, resignados, ajenos, desinteresados y otros gases por el estilo.

Cómo es en tu casa?. A ti te pasa que siempre te enfocas en lo que te falta?. Hay razones, dirás, que te llevan a pensar así. Pero hay una distinción posible en esa observación. Puedes reclamar, resignarte, pararte en el “NO PUEDO porque me falta tal o cual cosa…” o tomarlo como un desafío, que te movilice, y entonces será “QUE HAGO CON ESTO que me pasa, con esta carencia originada en el mefaltatalocualcosa?”. Víctima o protagonista en tu propia red de creencias.

La brecha que contiene a esa distinción se llama actitud.
En tu recorrido por los años que cargas acumulaste conocimientos, has juntado cientos de notas de calificación, palmadas de reconocimiento, regalos, premios, títulos, habilidades, destrezas, artes, más títulos, etc…. Todo suma para maniobrar tu vida. Pero la suma no suma tanto como la multiplicación. O suma a otro ritmo.

En tiempos donde el tiempo tiene valor de recurso no renovable (y escaseando), es más fácil multiplicar para notar (antes) que estás creciendo y estar más satisfecho con tu camino. Pero, si multiplicas por cero el resultado es… CERO…. La queja retórica, el reclamo al aire, la victimización fatal son maneras de multiplicar por cero. Y el resultado es igual a… cero: cero avance, cero empuje, cero disfrute, cero vida. Como si no hubieras sumado en el camino. Y allí te frustras.

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Negocios que crecen

Me encantaría saber cuántos de ustedes conocían antes de este momento qué significa la palabra “negocio”. Como ocurre con tantas otras, es una complementación de dos vocablos latinos, nec y otium, para expresar lo que “no es ocio”. Cuando no hay ocio, hay alguna actividad que pretende un retorno económico bajo alguna de sus formas.

Cualquiera sea el rubro de un negocio, en la creación de la empresa (o emprendimiento) que lo ejecuta puede haber muy diversos motivadores. El primero de ellos, sin duda, un mercado dispuesto a recibir y considerar la oferta. Luego, quien la propone puede dominar una técnica para hacer algo, identificar alguna oportunidad circunstancial, presentar alguna solución novedosa, satisfacer deseos independentistas, atender escaseces personales o busca disminuir sus niveles de adrenalina, echando mano a alguna de esas alternativas.

La búsqueda de un resultado positivo, un rédito financiero, está implícita en todas las situaciones planteadas y en las otras tantísimas que no se han citado. Has oído que toda empresa persigue un lucro y es casi una tontera negar eso. También puede serlo, creo, confundir ese propósito con el deseo fundante de la empresa. Lo es, lamentablemente, y está mucho más extendido de lo que crees. Ninguna empresa se crea para ganar dinero como objetivo, más todas lo necesitan para continuar con sus objetivos.

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Llevo grabado en mi corazón una frase de Fredy Kofman, que comparto en este momento: “my job is not what I do, but the goal I pursue”. Quise guardar el encanto que tiene la sentencia en inglés, incluyendo su rima. En español: mi trabajo no es lo que hago, sino el objeto que persigo. Así, un profesor no enseña nada sino que colabora en el aprendizaje de sus alumnos. Y cobra honorarios por eso.

Más allá de las escalas, las grandes y las pequeñas organizaciones tienen su razón de ser en una validación de su mercado como proveedoras. La rentabilidad es una consecuencia de su pericia para administrar esa aprobación.

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