Emprendabilidad

“La simplicidad es la mayor sofisticación” (Leonardo Da Vinci).

               Nos ha tocado vivir una época muy desafiante. Muchas veces estamos puestos a prueba en situaciones para las que no hemos sido preparados o alertados. El campo laboral-profesional es uno de los más expuestos a las influencias generales, que impactan con lógicas propias y no siempre fácilmente comprensibles.

              Uno de los grandes problemas empresariales del mundo es la tensión entre las necesidades de flexibilidad que tienen todas las organizaciones con las de seguridad y estabilidad que necesitamos los individuos. Cómo manejarnos en esa escena?. Yo creo en una sentencia, no tan novedosa como vigente: nuestra mayor fuente de seguridad no está un empleo garantido por un determinado empleador, sino que proviene de nuestra propia empleabilidad. Esto incluye a nuestro espíritu y dones emprendedores.

              Las posibles causas de pérdida de un empleo o contrato son diversas: reestructuraciones, ahorros de costos, quiebras, incompatibilidades personales, etc.. Sin embargo, a todas ellas las cruza, en algún grado, la escasa o nula aportación de valor profesional percibido por la organización o la contraparte. Es necesario, por tanto, que el profesional diseñe y gestione su propia carrera como si se tratara de un proyecto de emprendeduría. Lo es, bajo todo análisis. Es su emprendabilidad.

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Desde el ambiente educativo, o formativo, en general, han ido surgiendo algunas preguntas que intentan encontrar respuestas a estas inquietudes. Facilitar algunas estrategias y tácticas para mejorar la “construcción” de las personas-profesionales y así aportar a consolidar su integralidad ante los paradigmas emergentes. Para quien pueda, después, ser un ingeniero, un vendedor de salón o un reparador de motores.

 

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Negocios que crecen

Me encantaría saber cuántos de ustedes conocían antes de este momento qué significa la palabra “negocio”. Como ocurre con tantas otras, es una complementación de dos vocablos latinos, nec y otium, para expresar lo que “no es ocio”. Cuando no hay ocio, hay alguna actividad que pretende un retorno económico bajo alguna de sus formas.

Cualquiera sea el rubro de un negocio, en la creación de la empresa (o emprendimiento) que lo ejecuta puede haber muy diversos motivadores. El primero de ellos, sin duda, un mercado dispuesto a recibir y considerar la oferta. Luego, quien la propone puede dominar una técnica para hacer algo, identificar alguna oportunidad circunstancial, presentar alguna solución novedosa, satisfacer deseos independentistas, atender escaseces personales o busca disminuir sus niveles de adrenalina, echando mano a alguna de esas alternativas.

La búsqueda de un resultado positivo, un rédito financiero, está implícita en todas las situaciones planteadas y en las otras tantísimas que no se han citado. Has oído que toda empresa persigue un lucro y es casi una tontera negar eso. También puede serlo, creo, confundir ese propósito con el deseo fundante de la empresa. Lo es, lamentablemente, y está mucho más extendido de lo que crees. Ninguna empresa se crea para ganar dinero como objetivo, más todas lo necesitan para continuar con sus objetivos.

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Llevo grabado en mi corazón una frase de Fredy Kofman, que comparto en este momento: “my job is not what I do, but the goal I pursue”. Quise guardar el encanto que tiene la sentencia en inglés, incluyendo su rima. En español: mi trabajo no es lo que hago, sino el objeto que persigo. Así, un profesor no enseña nada sino que colabora en el aprendizaje de sus alumnos. Y cobra honorarios por eso.

Más allá de las escalas, las grandes y las pequeñas organizaciones tienen su razón de ser en una validación de su mercado como proveedoras. La rentabilidad es una consecuencia de su pericia para administrar esa aprobación.

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