El imperio de los sentidos

Desde tus primeros berrinches, tus sentidos te permiten recibir naturalmente información del contexto. Vas aprendiendo a ubicarte en él, desarrollando tu orientación espacial y reconociendo placeres y riesgos asociados. En el proceso de tu vida puedes encontrarte con mermas y limitaciones físicas de alguno de tus sentidos, por muy distintos motivos. Allí valoras la importancia de contar con todos ellos a pleno para que nada condicione tus posibilidades.

En el reino animal, genéricamente, los sentidos guían a la supervivencia. Cuanto más y mejor vea, oiga, huela, palpe y guste, un bicho que camina se mantiene más lejos del asador y más cerca de su alimento. Para ti, supremo entre los animales, es igual. Pero, por algo eres supremo. Puedes ser consciente de tu creación personal. Entiendes, gracias a una inteligencia superior al resto animal, que la continua sucesión de experiencias sensoriales que transitas pueden ser elaboradas en un particular menú para evolucionar tus capacidades naturales. Puedes explicar que estás aprendiendo por tus sentidos. 

Todo aprendizaje aumenta tu campo de acción y tu efectividad. No aprendes hasta que no haces. A los otros animales les pasa lo mismo. Los registros de tus experiencias sensoriales constituyen tu memoria emotiva o episódica. Si te has quemado con leche, además de emocionarte hasta el llanto cuando veas a una vaca, desarrollarás alguna prudencia nueva en el manipuleo del cacharro en la que la calientas, si…?. Si una grúa te ha llevado el auto estacionado donde no se debía, la próxima vez lo recordarás tanto como ahora lo haces con la madre del policía de tránsito que te ha sancionado. Muy distinto a solo ver un cartel que indica que allí no puedes dejar tu auto o que te sugieran que el cacharro con leche puede estar caliente, si?.

 

Tus emociones están presentes en el desarrollo de tu inteligencia. Lo que eliges a cada momento no es un producto intelectual puro o innato. Eres una amalgama de biología y creencias. Por tus sentidos ingresan datos que son interpretados reflexivamente. Tus sensaciones facilitan el camino hacia nuevas competencias, que te van completando progresivamente para relacionarte mejor con el mundo (con tu mundo y tu realidad).

   Así, primero ves y, luego, miras. Analizas y decides qué hacer con lo que estás mirando, además de viendo. En la misma lógica, oyes para escuchar (o no), después. Gustas y, un día, comprendes sabores. Sólo hueles hasta que distingues fragancias o hedores. Rozas y tanteas o rozas y acaricias.

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