El Orden natural está presente en cada momento de tu vida. Vives en y de acuerdo a una programación, que no maneja tus movimientos sino que los armoniza con el resto de la vida, hasta donde imagines que hay vida, materia o energía.
De tan natural es imperceptible, hasta que te detienes a observarlo. Aún en su rutina, no pierde intensidad o capacidad de impacto. Ni se aleja de su rol como organizador del caos, esa aparente incerteza que alienta la creación permanente. Su función única y eterna es facilitar las condiciones para su continuidad. La continuidad y trascendencia de la vida, cualquiera sea ésta. En su acontecer complejo y simple, a la vez, se descubren los alcances de una inteligencia mayor, exquisita, que gobierna las macros y los detalles con la misma presencia y autoridad.
Seducen sus argumentos porque llegan donde no existen barreras, superándolas. Y por las formas que toma. Invita antes que convencer. Es, antes que explicarse. Está presente, íntegro.
Es una inteligencia que comprende a la Vida. Es la Vida.
El Hombre, de tanto vivirla, sintió curiosidad por ella y decidió imitarla, a su manera. La inteligencia artificial, creada por el Hombre en honor y tributo a esa misma esencia creadora, está desafiando, irreverente, al paradigma de la Creación. Fue pensada para agilizar procesos rutinarios, repetitivos, para minimizar riesgos y maximizar rendimientos de recursos y retornos, para ir hacia el corazón de su sistema, estar cada vez más cerca de su razón y ser, explicarlo, complicarlo y hasta replicarlo; pero, también, para organizar a la caótica desorganización humana en una supra inteligencia, que reproduce y niega, a la vez, a la inteligencia superior.